Homicidio, ¿con cuerpo legal?

Hace algunos días, fui testigo—aunque en la distancia—de la muerte de alguien cercano por un mal procedimiento médico en un país de Suramérica.

Por ética, no pronunciaré nombres, ni de país, ni de la chica que falleció.

Solo dejo claro que fue víctima de la formación capitalista de un cirujano, y digo capitalista sin apelar a la vieja antagonía de sistemas, sino en el sentido literal del término, pues el único buen empeño del doctor fue en el momento de recibir el capital que sufragó la operación, sin siquiera detenerse a elaborar con decoro la historia clínica de la joven.

Un mal procedimiento quirúrgico ocasionó la muerte de una chica de 22 años, que viajó unos cuantos kilómetros a la capital de su país para realizarse una lipo-escultura, es decir, una reducción estética de grasa en el abdomen.

La joven no despertó de la anestesia, víctima de un infarto cerebral, posiblemente condicionado, según relató un doctor amigo con siete años de experiencia, por el consumo de píldoras anticonceptivas.

Luego de realizarle la operación en una “prestigiosa” clínica privada, la familia de la joven, que sufrió primero de muerte cerebral varios días antes de fallecer totalmente, debió trasladarla a un hospital público pues las 23 mil unidades de la moneda que pagó por su cirugía, no incluyeron gastos post-operatorios.

¡Una verdadera falta de todo!

No pretendo hacer una disertación médica del asunto, mucho menos sin ejercer tan complicada y bella profesión, sino tomar el hecho como punto de partida para un análisis que hace días me ronda la cabeza, y, por ende, me compulsa a poner mis dedos en el teclado.

Es esa la realidad de la medicina privada, y peor aún, de la mayoría de las naciones en este mundo.

Medicina que encuentra portavoces en los medios de prensa, a través de una publicidad barata e irresponsable sobre los «beneficios» de someterse a tal o más cual tratamiento.

Medicina que agarra de conejillo de india a los desposeídos que no pueden pagar medicamentos, desposeídos que mueren en masa año tras año por estas mismas causas.

Por ahora solo me pregunto, ¿por qué siguen teniendo quórum estas supuestas “clínicas de prestigio” que transforman con el escalpelo la imagen de una mujer?

¿Qué impulsa a una bella joven de 22 años a una cirugía estética, en un sitio donde le cobran miles de dólares u otra unidad monetaria?

Preguntas que en próximos post sin lugar a dudas tendrán respuesta.

Acerca de Gretta Espinosa Clemente

Licenciada en Periodismo, 2010, UCLV. Máster en Ciencias Políticas, 2015, UCLV.

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